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Monday, June 24, 2013

Ser o No Ser Racista

He pasado los últimos 7 años pensando en que al regresar a casa me reuniría finalmente contigo y así compensar por el tiempo que pasamos lejos. Pero tú te fuiste inesperadamente y yo me quedé abrazando tu ausencia.





Ésta es la tercera nota que escribo sobre el racismo porque el crecer dentro de una sociedad racista, como escribí anteriormente, tuvo un efecto negativo sobre mi percepción de la realidad guatemalteca y a la vez limitó mi relación con otros guatemaltecos.

Por 20 años Carlota vivió en la casa de mi familia: nos cuidó y nos consintió, y lloró y se rió junto a nosotros (de hecho su risa, fuerte y resonando dentro de la casa, es uno de mis recuerdo favoritos de ella). A través de los años mi aprecio por Carlota fue aumentando y hoy la reconozco como una de las personas más importante en mi crecimiento. 

Sin embargo, a pesar de su importancia mi vida, Carlota nunca se sentó a  la mesa con mi familia. Nosotros nunca visitamos su casa en Quetzaltenango ni supimos mucho de la vida de su familia. Y es que nuestra relación estuvo marcada por racismo y clasismo (aunque bastante sutil). 

Como bien he escuchado decir: “la ausencia hace que el corazón se vuelva más suave.” Así en los años que he vivido fuera de Guatemala he podido reconocer la distancia que hubo entre Carlota y yo, distancia que no nos permitió acercarnos como amigas, como madre e hija, como iguales. 

Por eso desde hace años comencé a planear nuestro re-encuentro: añorando la oportunidad para agradecerle por su amor sin medida y por todo su cuidado. Planeaba agradecerle porque nunca escuché un comentario de negativo salir de su boca; al contrario, “somos pobres, pero felices” es una de las frases que mejor recuerdo de ella y que aún me llena de ánimos cuando la recuerdo. Entre mis planes estaba también convivir con ella y conocerla mejor: compartir en sus tareas diarias en su aldea, aprender de su sabiduría ancestral y escuchar sus historias y experiencias. 

Pero como la vida no depende de los planes de uno, Carlota dejó de habitar este mundo sensorial a finales del año pasado y yo aun sigo a la distancia. Ésta dolorosa experiencia de de pérdida y distancia ha creado en mí la necesidad de entender mejor las relaciones de raza y clase en Guatemala y de buscar formas alternas de convivir. 

Reconocer los pensamientos y actitudes racistas en uno mismo es difícil e incómodo, pero es indispensable si queremos ser parte de los que construyen una sociedad equitativa y respetuosa. Además, como ladinos es nuestra responsabilidad llamarle la atención a otros ladinos cuando se comportan de maneras que perpetúan el racismo o lo normalizan.

Dentro de los círculos de activistas a los que pertenezco se le llama “liberación colectiva” al proceso de despojarse de actitudes opresivas (incluyendo las racistas, clasistas, sexistas, etc.), al mismo tiempo que se reconoce el privilegio que la sociedad le confiere a ciertas identidades. 

Este proceso conlleva rendir cuentas por nuestras acciones, escuchar a las experiencias de otros, y ser críticos de cómo nuestros pensamientos han sido influenciados por racismo o alguna otra clase de opresión social. 


A menos de que seamos honestos con nosotros mismos acerca de las dinámicas de poder que nos rodean y nos privilegian, y de que estemos dispuestos a reconocer nuestro sesgo e imparcialidad al entender la realidad del país, estaremos atrapados dentro de los mismos patrones de opresión que persisten en la sociedad guatemalteca y dentro de sus instituciones de gobierno. 

Depende de cada uno de nosotros hacer el esfuerzo de examinar las maneras en que cada uno de nosotros contribuimos a la continuación de muchos de estos “ismos” (racismo, sexismo, clasismo), aún más cuando es de manera sutil. Este proceso de liberación colectiva es constante, difícil y muchas veces no será reconocido por otros. Pero la recompensa es volverse una persona consciente de sus acciones y pensamientos y que no perpetua los ciclos de injusticia y opresión en el país.  

Tuesday, May 28, 2013

¿Qué se hace con el racismo?

Que en Guatemala hay racismo, es decir "hay gente racista", parece ser algo reconocido por la mayoría de personas dentro del país y en el extranjero. Ahora la pregunta es, ¿qué se hace con el racismo?

He vivido en Estado Unidos desde hace casi una década y pasé muchos años sintiéndome al margen de las conversaciones de racismo en este país. Según lo veía yo, al no ser ni de piel blanca ni negra no encajaba dentro del tradicional esquema de la supremacía blanca y la comunidad Afroamericana oprimida. Fue hasta al hacerme amiga de una muchacha Afroamericana que comencé a comprender mi posición dentro de la compleja red de privilegios y opresión que existe en la sociedad actual.

Tamara es una chica Afroamericana muy activa dentro de la universidad. Al comenzar a pasar más tiempo juntas me di cuenta que ella me veía a mí como una “persona de color” similar a ella. Esa fue la primera vez que pensé en mí misma y mis experiencias usando ese término. En los años que he estado acá siempre me vi como una “estudiante internacional” pero nunca me identifique como “persona de color” porque el color de mi piel no había sido de mayor importancia para mi identidad (lo que ahora reconozco como un “privilegio social”).

Siendo de una familia ladina clasemediera, aprendí que la gente como yo era “lo normal” (como lo relaté anteriormente). Y por lo tanto las demás personas en el país eran juzgadas, ya sea de manera consciente o no, en base a la identidad del grupo social al que yo pertenecía. Al crecer en Guatemala yo tenía una identidad social privilegiada.

De niña recuerdo haber escuchado a alguien describirme como “morena clara”, y por un par de años me pareció importante recalcar la segunda palabra. Pero al pasar el tiempo el color de mi piel dejó de ser una preocupación a tal punto que al venir a Estados Unidos no lo consideré como un factor que afectara mi relación con otras personas.

Otros elementos que evidencian mi privilegio social en Guatemala son mi idioma materno (español), religión (cristiana), orientación sexual (heterosexual), clase socio-económica (media), vestimenta (occidental), nivel y tipo de educación (universidad privada).

¿Qué entendés vos como privilegio social? ¿Podés nombrar los privilegios sociales que tenés en el país?

Al venir a Estados Unidos mi identidad ha estado sujeta a distintas medidas sociales. Es decir, acá pasé a tener una identidad social oprimida -- al menos en lo que se refiere a color de piel, características físicas y lugar de origen. Este cambio en mi posición social, del cual no me percate por varios años, es lo que me ha permitido entender lo que se siente vivir bajo la opresión las expectativas sociales de otras personas y del sistema social.

Este cambio también ha iluminado lo complejo que son las redes de opresión y privilegio. Así, mientras mi color de piel y características físicas me clasifican como persona de color -- una clasificación oprimida --, otros factores como mi nivel de educación y mi falta de acento al hablar inglés, me posicionan dentro de un nivel social más privilegiado que el de otras personas de color.

Aprender a ver la complejidad que existe alrededor de problemáticas sociales como el racismo ha sido un primer paso para comenzar a desmantelar los sistemas sociales de opresión y privilegio a nivel personal.

Descubrirme a mi misma es descubrirme en relación a este mundo y sus estructuras de poder, opresión y privilegio. No siempre he estado consciente de cómo el espacio sociocultural que habito, me ha oprimido (es decir, limitado, marginalizado e impedido ser). Asimismo, no siempre he estado consciente de la manera en que yo he oprimido a otros al participar inconscientemente en este espacio sociocultural que es opresivo.

Ahora mis ojos están abiertos.