Tuesday, May 28, 2013

Yo Soy Racista

Hola mi nombre es Gabriela Maldonado y confieso ser racista.
No es que yo haya nacido siendo racista, sino que la sociedad en la  que nací me crió de esta manera: todo comenzó en la casa y en el colegio donde me enseñaron a verme como “ladina” a diferencia de “los indios.” Decir esto no es echarle la culpa a la sociedad por mis acciones e ignorar mi responsabilidad personal–no. Si hago esta confesión es porque reconozco que estoy mal, quiero cambiar, y estoy comenzando por reconocer y admitir mis errores.
¿A que me refiero con ser racista? Más allá de definiciones teóricas y análisis sociales de lo que significa el racismo, esto es lo que ser racista ha significado en mi vida:
Durante mi infancia y niñez asistí a colegios* privados (el Montessori por unos años y luego el Suizo Americano hasta que me gradué de bachiller). Todos los alumnos que yo recuerdo en esos colegios eran como yo, ladinos, no indígenas. Así fue como en mi concepción inicial de Guatemala, los pocos “indios” que existían en el país eran pobres, olían raro y trabajaban en el mercado, de jardineros o de muchachas (de hecho cuando estaba viviendo en Guatemala, la única persona indígena que conocí personalmente fue Carlota, quien vivía con mi familia y nos cuidó desde que yo nací hasta el momento en que por razones de salud se tuvo que regresar a su casa en el norte de Quetzaltenango, 20 años después. Pero de alguna manera Carlota nunca ocupó el mismo lugar que el resto de los indígenas–tal vez porque en la casa hablaba español y no usaba corte).
De los recuerdos que tengo de mi niñez existe uno que me persigue como fantasma y es una de las razones principales por las que escribo esto:
Eran como las 3 de la tarde e íbamos en el “bus” del colegio de regreso a la casa–el bus que subía a “Carretera”–y entre mis compañeros surgió una discusión de política. Tendríamos unos 11 o 12 años. Los detalles de la conversaciónn no los recuerdo, pero sí recuerdo las palabras de uno de mis amigos a los que más admiraba porque era muy pilas en todo. Sus palabras, en respuesta a la discusión, fueron las siguientes:
“Cuando yo sea presidente voy a ser como Ubico y no voy a dejar que hayan más ladrones: voy a mandar a matar a todos esos indios huevones que no sirven para nada.”

Hubo un corto silencio después de tan apasionada declaración, pero lo cierto es que nadie lo refutó. En mi interior sentí algo de rechazo en contra de la idea, porque “matar” no es bueno, pero no porque pensaba que “los indios” eran tan dignos como yo de no ser masacrados.
No pretendo analizar cómo es que la sociedad guatemalteca cría niños con deseos de matar a otros guatemaltecos (o ¿tal vez los “indios” nunca han sido guatemaltecos en la mente de algunos?), lo cierto es que sucede. Todos lo sabemos.
Años más tarde, en mi adolescencia, recuerdo caminar desde la parada del bus hacia mi casa y en el camino encontrarme con varios trabajadores domésticos: jardineros, guardianes, empleadas domésticas, choferes. Mi primera inclinación fue ser amable y saludarlos. Pero ese día en particular no estaba de muy buen humor y pensé que no tenía porqué ser amable. Me imagino que mis pensamientos han de haber sido algo como: ¿quiénes son ellos para merecer mi amabilidad y atención? ¿por qué molestarme en saludarlos?
Y así fue como ese día ignoré su presencia. Me sentí superior a ellos. Pensé que no eran ni dignos de un saludo. Claro que no creo haber tardado mucho con esos sentimientos dentro de mí, sin embargo, el hecho es que en algún momento sí pensé así.
Hoy me encuentro a cientos de kilómetros de Guatemala, en el sur de los Estados Unidos. Durante el último año he comenzado a involucrarme con la comunidad guatemalteca que vive acá.  He conocido a varios niños y sus familias siendo voluntaria en una escuela donde un gran porcentaje de niños son de familias que han emigrado para trabajar acá. Por el momento las familias que conozco provienen todas de pueblos en Huehuetenango; algunos hablan Q’anjob’al, otros Akateko y otros Mam.
Al relacionarme con estas familias me doy cuenta de lo poco que conozco Guatemala, en términos de diversidad cultural y no solo por sus paisajes. Al mismo tiempo salen a flote los muchos estereotipos y prejuicios que aún llevo dentro de mi y que aún necesito confrontar y eliminar.
Por eso he decidido ser honesta: aunque la honestidad lo pone a uno en una posición de vulnerabilidad y hasta cierto punto me incomoda.  Pero ser honesta respecto a mis errores, mis miedos, y mis debilidades es la única manera de poder crecer y madurar.
Hoy te reto a tomarte unos minutos para reflexionar y ser honesto contigo mismo… talvez también te atrevas a compartir tus reflexiones en la sección de comentarios.
¿Cual ha sido tu experiencia dentro de esta sociedad que nos enseña a ser racistas desde pequeños? ¿Cómo has confrontado estas barreras y limitaciones?

¿Qué se hace con el racismo?

Que en Guatemala hay racismo, es decir "hay gente racista", parece ser algo reconocido por la mayoría de personas dentro del país y en el extranjero. Ahora la pregunta es, ¿qué se hace con el racismo?

He vivido en Estado Unidos desde hace casi una década y pasé muchos años sintiéndome al margen de las conversaciones de racismo en este país. Según lo veía yo, al no ser ni de piel blanca ni negra no encajaba dentro del tradicional esquema de la supremacía blanca y la comunidad Afroamericana oprimida. Fue hasta al hacerme amiga de una muchacha Afroamericana que comencé a comprender mi posición dentro de la compleja red de privilegios y opresión que existe en la sociedad actual.

Tamara es una chica Afroamericana muy activa dentro de la universidad. Al comenzar a pasar más tiempo juntas me di cuenta que ella me veía a mí como una “persona de color” similar a ella. Esa fue la primera vez que pensé en mí misma y mis experiencias usando ese término. En los años que he estado acá siempre me vi como una “estudiante internacional” pero nunca me identifique como “persona de color” porque el color de mi piel no había sido de mayor importancia para mi identidad (lo que ahora reconozco como un “privilegio social”).

Siendo de una familia ladina clasemediera, aprendí que la gente como yo era “lo normal” (como lo relaté anteriormente). Y por lo tanto las demás personas en el país eran juzgadas, ya sea de manera consciente o no, en base a la identidad del grupo social al que yo pertenecía. Al crecer en Guatemala yo tenía una identidad social privilegiada.

De niña recuerdo haber escuchado a alguien describirme como “morena clara”, y por un par de años me pareció importante recalcar la segunda palabra. Pero al pasar el tiempo el color de mi piel dejó de ser una preocupación a tal punto que al venir a Estados Unidos no lo consideré como un factor que afectara mi relación con otras personas.

Otros elementos que evidencian mi privilegio social en Guatemala son mi idioma materno (español), religión (cristiana), orientación sexual (heterosexual), clase socio-económica (media), vestimenta (occidental), nivel y tipo de educación (universidad privada).

¿Qué entendés vos como privilegio social? ¿Podés nombrar los privilegios sociales que tenés en el país?

Al venir a Estados Unidos mi identidad ha estado sujeta a distintas medidas sociales. Es decir, acá pasé a tener una identidad social oprimida -- al menos en lo que se refiere a color de piel, características físicas y lugar de origen. Este cambio en mi posición social, del cual no me percate por varios años, es lo que me ha permitido entender lo que se siente vivir bajo la opresión las expectativas sociales de otras personas y del sistema social.

Este cambio también ha iluminado lo complejo que son las redes de opresión y privilegio. Así, mientras mi color de piel y características físicas me clasifican como persona de color -- una clasificación oprimida --, otros factores como mi nivel de educación y mi falta de acento al hablar inglés, me posicionan dentro de un nivel social más privilegiado que el de otras personas de color.

Aprender a ver la complejidad que existe alrededor de problemáticas sociales como el racismo ha sido un primer paso para comenzar a desmantelar los sistemas sociales de opresión y privilegio a nivel personal.

Descubrirme a mi misma es descubrirme en relación a este mundo y sus estructuras de poder, opresión y privilegio. No siempre he estado consciente de cómo el espacio sociocultural que habito, me ha oprimido (es decir, limitado, marginalizado e impedido ser). Asimismo, no siempre he estado consciente de la manera en que yo he oprimido a otros al participar inconscientemente en este espacio sociocultural que es opresivo.

Ahora mis ojos están abiertos.

Friday, May 3, 2013

Becoming Gluten-Free Gabo: A Daily Struggle

I feel very tired today and my body hurts. I also feel a bit sad and I could easily cry. My stomach is bloated too.

If you are around me often, you know that this is not an unusual thing with me. You see, my body is sensitive to gluten and this is how it reacts to it (kinda like having a gluten hangover).

I wasn't aware of my body's intolerance to gluten until last Spring, so for a couple years before that I was constantly sick and didn't know what was causing it. The worst part was that my partner at the time didn't believe I was sick -- he thought I was making it up!

It is hard to justify a sickness to someone else when there are no visible signs or (apparent) logical explanation. So for a while I felt isolated and misunderstood for I didn't know how to explain what I was experiencing or what was causing it.

But in the midst of desperation caused by the debilitating symptoms, I ended up reading about the possibility of being gluten sensitive, even if one wasn't fully allergic to gluten (i.e. celiac disease). So I experimented for a week by not eating gluten, which included not eating my favorite snack: Stacy's Pita Chips :( but wow, I was surprised by how great I felt that week! Since then I've been transitioning to a gluten-free diet, but most of the time it is still a struggle.

It's a relief to know what is causing my body and mind to feel this way. And yes, I could get rid of these feelings by not eating gluten but, you see, it's not that simple. This is my daily struggle. And sometimes if I don't plan in advance or if I have no other option when eating out, I end up eating gluten-full meals (basically anything that contains wheat and some other grains).

Besides, I'm still learning how to eat a balanced gluten-free diet. Not eating wheat based products means that I'm not consuming enough of certain nutrients, like fiber, iron and vitamin B. And so far I haven't been too good at taking care of that. It's a struggle, especially being in grad school and working part time -- I don't have time to worry about all this shit. But I know I can and will overcome it.

So today as my body hurts and I feel weak, both physically and mentally, I know it is not because I'm crazy or lazy or I'm making it up. Most importantly, I do not have to justify my symptoms to anyone. This is fucking how I feel and if you are not willing to believe me then I don't need you in my life.

In other news, I'm getting my first tattoo today :)